miércoles, 18 de mayo de 2011

Prólogo






Algunos recién comenzaban a escribir, otros ya venían haciéndolo, algunos no lo habían hecho nunca. Pero lo cierto es que se trató de una diferencia entre ellos casi imperceptible, porque en este grupo todos comparten una sensibilidad poco común.
Fue un año de intenso trabajo. Leímos juntos a poetas de lo más variados: José Watanabe, Idea Vilariño, Joaquín Giannuzzi, Raymond Carver, Edgar Lee Masters, Diana Bellessi, entre tantos. Trabajamos arduamente en la corrección de los textos individuales que cada uno de los integrantes iba trayendo, opinamos, reflexionamos juntos y por separado, a veces nos pusimos de acuerdo, y otras, felizmente, no tanto. Durante el proceso de trabajo del taller que coordiné en el Centro Cultural Carlos Gardel en 2010, estas lecturas y discusiones fueron dejando sus fuertes marcas en los poemas que serían escritos después y sedimentaron un pensamiento cada vez más hondo, maduro y complejo respecto de la poesía. Cuando hablo de una sensibilidad poco común para referirme a ellos: Lorena Acheriteguy, Sabrina Blanco, Carmen Castillo, Juan Ignacio Dominguez, Karina López y Roberto Quiroga, estoy diciendo exactamente eso.
Por último, un libro nos pareció la mejor manera de darle cierre a este círculo que se había abierto en el otoño anterior. Nos habíamos encontrado en el tiempo en que las hojas caían de los árboles y le pusimos fin a un ciclo haciendo que las hojas retornaran a otro cuerpo que, sujetándolas, también las dejaría ir. Porque publicar es, ante todo, desentenderse y olvidar, descargar el peso de las palabras en el universo, entregar a la orbe infinita aquello que creíamos sólo nuestro. Quizás deba ser ese el fruto de todo proceso de crecimiento, el que caerá también de la poesía: devolver al mundo esa luz con la que se nos ha iluminado.

Paula Jiménez


Poemas de

Lorena Acheriteguy
Sabrina Blanco
Carmen Castillo
Juan Ignacio Domínguez
Karina López
Roberto Quiroga

Integrantes del taller de poesía coordinado por Paula Jiménez
del Centro Cultural Carlos Gardel

Lorena Acheriteguy

Verano



Miles de granitos de arena
viajan de una mano a la otra
mientras el sol
en el horizonte
atraviesa sus puntas
y las devuelve al mar
como focos de luz

***



Memoria

Mejor
apago la luz y dejo
que las palabras aparezcan
a veces vienen solas
y otras
espero con mi red
para atraparlas
pero algunas
se escapan y quedan flotando
colgadas
quién sabe de dónde


***


Invasión soviética

Tantas ideas aparecieron aquel día
justo ése día
que tuve que guardarlas
de un soplo
en un frasco seguro
dos metros bajo tierra

Años
y los tanques se fueron
con mucho esfuerzo y una pala importada
pude sacar aquel frasco
y convidarle a mi hijo
su contenido
que le pareció
un poco pasado de moda


***

(sin título)



¿Me diste la vida?
si no te conociera desde chica
no podría llamarte padre
y aún así me cuesta el nombre

Tus ojos, hoy grises, me dicen poco
y mucho a la vez
y no se si es hoy o ayer
si somos amigos como antes
o sólo parientes lejanos

Tu andar es torpe y errado
como las palabras que tratamos
de pronunciar, sólo por decir algo
mientras tomamos el té
los domingos a la tarde

Hoy tu vida se resume
a la caminata matinal
los remedios y la insulina
a aguantar a mamá y hacer las compras
aunque
estoy segura que hay mucho más

Y el misterio
alrededor tuyo, un pájaro negro
que hace su nido y se queda
-cómo estás, qué te pasa,
¿en qué estás pensando?
Y tu respuesta: en nada

Sabrina Blanco

La playa



Estoy quieta en la orilla del mar
y me dejo tocar por el agua.
Ella intenta
absorberme con su fuerza volcánica.
Yo siento mis pies hundirse
en la arena débil.
También siento que se resisten.
Cada mañana la secuencia se repite
y entiendo que lo inmenso del mar
no es su tamaño sino
su invariable constancia.

***


Camino y el paisaje
se va desdibujando con las horas.
El frío va aumentando con el viento
que se arremolina y quiere
llevarme con él.
Ahí te encuentro, parado frente a mí
como si fueras un espejo
adueñándote de lo que aún
no conozco de mí misma.
En este instante el camino por la playa
se hace doble entre tus pies y los míos.
Me pregunto si al volver a la ciudad
seguiremos siendo nosotros.

***


La ola pega contra la roca
una y otra vez
esperando algún día derribarla.
Hay cosas que no cambian
en su intento
de permanecer unidas.


***


(sin título)



Mirando por la ventana
de tu auto en la ruta
los colores que se vuelven uno solo
y el viento los arrastra o quizás
nosotros en la inercia. El silencio
es como ver la lluvia
caer desde el piso alto
hay movimiento pero nada se escucha
como si fuesen distancias
entretejidas por aquello invisible
y a la vez imposible de romper.
Yo te encuentro
en días como estos que no somos
más que súbita ausencia
entre las sobras de lo que dijimos
esta tarde en la que el tiempo
se abrió como una brecha y nos dejamos.




***


(sin título)


Alguien dijo: hay
que hacer las cosas
bien. Y obedecí.
Igual nunca supe
de qué se trata eso.
Yo pienso que es
como si saltaras
en el lugar
una y otra y otra vez
sin llegar a sentir
la cosquilla o nadar
en el río planchado
por el viento
y es casi una pileta. Casi.
Como el llano del desierto
dónde el sol lo cubre todo
sin lugar a la sombra. Y el calor
que mezclado con el aire
te nubla la vista o quien sabe
se nubla el paisaje.
Vos seguís caminando
y la arena se vuelve
mas espesa. No por su consistencia
sino por tu cansancio.
Pese a la claridad del camino
iluminado
cuando cae la noche desapareces.

Carmen Castillo



Ancianos

Ocho días llevaba muerto
el hombre de la vuelta de casa
cuando llegó la policía científica.
Los vecinos llamaron al percatarse
del hedor del cuerpo.

Ocho días llevaba su mujer
abrazada a él.

Afuera
en el jardín
asomaban
los primeros brotes del rosal
que ella había plantado en su juventud,
ajenos
a los pétreos ojos y al grito
de la sirena del camión
de los bomberos.


***

Bichos de luz

1.

Solíamos esperar el amparo de la noche
para cometer nuestros crímenes. Corríamos
a los pastizales que rodeaban la escuela
y ahí estaban: destellos misteriosos
que deseábamos atrapar. Estrellas
al alcance de la mano.

2.

Hacía calor y la distancia
de nuestros hogares nos concedía
cierta libertad, aún así nunca
pude matar a ninguno. Me limitaba
a cazarlos, dejarlos en el huequito
de las manos y espiar cómo
se encendían para después liberarlos.
Lo que no podía atrapar era la magia.

3.

Mis amigos con delicada pericia
diseccionaban la parte que contenía
luz.
A veces se deshacían en polvo
otras, las cápsulas arrancadas permanecían
intactas. El juego consistía en adherirlas
a la piel. Volvernos luminosos, ingrávidos
como el aire de la noche.

4.

No duraba suficiente la huída.
Veíamos a las madres asomarse casi
al mismo tiempo en los rectángulos
encendidos.
Lejos
las figuras a contraluz
agitaban los brazos, nos llamaban.
Volvíamos
impunes
pero con la sensación
de que al acercarnos las sombras
se harían cada vez mas grandes.

***

Chumuco


1.

Esta mañana de sol me toca partir.
¿Será la última vez que recorra mi barrio?
¿Podré dar un paseo ligero
por estos laberintos de monoblock
visitando vecinos y hermanos para despedirme?
¿O será este mi lugar aún sin vida
este sitio que conozco más que a mí mismo
que me vio crecer y morir
antes de morir? Ahora
me quedo con vos, madre
en esta habitación apenas iluminada
con mi cuerpo que ya no despierta
en tu compañía.

2.

Tensos nuestros músculos
evitaron la quietud. Espiando
por los pasillos, en la sombra
pasábamos las noches, los inviernos.
No dormir, no soñar
fue quizás lo que deseamos
-y que llegara el carnaval
bailar bien cerca de los bombos-.
Salir, dejarnos atrás. ¿Era eso
tan difícil de entender?

3.

Los edificios se deterioran
Inexorablemente y no hay quien repare.
Siguen en pie, resistiendo
los embates de la sudestada
y de los años. Descoloridos pero dignos
como si los sostuviera la memoria
de su humilde, modesto esplendor.

4.

Soñé que éramos niños. Viajábamos
todos juntos: papá y mamá adelante
nosotros atrás. En silencio, felices.
Era una ruta que nos llevaba al mar
íbamos casi dormidos
al sol, arrullados por el viejo motor
del rastrojero. De repente
tu mano en mi hombro
yo sabía que cuando me sacudías así
algo distinto estaba ocurriendo
-¿Qué pasa Hugo?, te decía. –Mirá.
A nuestro alrededor campos de girasoles
se mecían con el viento: una explosión
amarilla para nuestros ojos. El sol cerca
del horizonte. Las nubes lentamente
transformadas.
Giré para mirarte
tu sonrisa fue lo último que vi.


***


Borradores sobre mi padre

1.

La manchas en las paredes despertaron
desde siempre mi curiosidad de niña,
también las formas que surgen del intento
de nivelar con enduído la superficie.
En el dormitorio de mis padres
un hombre envuelto en llamas
corría hacia mí, hacia adelante
huía
(un bonzo escapando de su irremediable destino). Me provocaba aversión, me deslumbraba
el fuego ardiendo y yo
inerte sin poder dar
un paso al costado. Ni salvarlo.

2.

Once o diez años tenía en tu peor
temporada asmática
veía las gotas que dejaba la nebulización
alrededor de tus ojos. Caían
tus intentos por atrapar el aire.
Le pedía a dios que no murieras
que borrara o viniera a mí tu enfermedad
si eso te curaba. Vos te fuiste
yo me enfermé. Nada salió bien.

3.

A mi padre le gustaba llevarme con él.
Fuimos a ver boxeo, carreras de caballos
a caminar por La Boca. Una vez al circo.
No me gustaban los payasos- él nunca lo supo-.
Tosió toda la función. Yo, asustada
lo miraba en la oscuridad. Parecía
que salían llamas de su cuerpo
con cada tos. Lo envolvían.
De vez en cuando inclinaba su cabeza
hacia abajo esbozando un gesto
leve para tranquilizarme
mientras estallaban las risas.

No valió la resistencia, a la salida
fue inevitable la foto con el payaso
transpirado
desorbitado
y yo mirando fuera de cuadro
hacia adelante

Juan Ignacio Domínguez

“Tres (intentos de) haikus, tres”



Con o sin ella
los pétalos caídos duelen.
Él los recoge.


***

Desnudas yacen
flores de otoño.
Así se aman.


***

Vírgen María
sacerdotes depravados.
Ex -vírgen.


***


Bye bye

Se termina el show
se termina la cerveza
Sólo queda emprender el regreso
“Juntos”, pienso yo,
después de la noche compartida.
Pero te vas en auto
y yo caminando
¿Podés creer que,
encima,
se larga a llover?


***
Desvío


De vuelta
a nuestra rutina
(me encanta)
percibo al hombre
estilizado y fornido
–me horrorizo–
ese hombre lee
lee Mein Kampf


***


Tiempo

Hay una hora en que el día comienza a adoquinarse
Mientras el queso de la pizza uguis escapa de mi boca
junto con tu nombre, y mi pene se alegra al recordarte.
Hay una hora en que las cucarachas danzan con los oréganos,
y los noticieros reviven pétalos muertos de una margarita
que un enamorado deshojó.
En esa hora, niños verdes juegan a las escondidas con sus almas,
y la piedra deja de ser piedra para ser libre.
Los pájaros piensan que la música es mejor que la palabra,
(a excepción del mirlo, o pájaro negro)
Entonces suenan las campanas,
escritas hace tiempo,
en una ciudad sorda.
Hay una hora en que el inconsciente, el yo, el ello y el superyó
juegan al truco.
Remate de todo lo perdido en el fondo del océano negro,
donde lavan sus lágrimas el verdugo y el condenado.
Hay una hora en que la (ir)realidad
y:
–Má, ¿qué hora es?
–Es tarde, m’ijito. Váyase a la cama.

Karina López

El Gato doméstico

No hay quien pueda traducir mi lenguaje
porque los dioses se ocuparon
de hacerme extraño.

Solitario habito el mundo de los hombres
mi espacio es el de los sueños que construyo
desde mi cuerpo recogido, anudado
sobre el mejor sillón de la casa;

un cuerpo cerrado sobre sí mismo
que reacciona a la escaramuza de los insectos veloces

y ante el ojo cazador
es mi cuerpo
una serpentina arrojada por el aire.



***


La inundación

Hace millones de años
llegó en los tiempos del desorden
en aquel tiempo
donde el ojo ciego se fijaba a la ventana
un río
que al principio fue
una gran mancha sobre la tierra.

Desde los techos de nuestras casas
vimos el agua
la vimos venir nocturna
cubierta por el arrugado tul del alumbrado público:
una novia hundida en sueños de paciencia y esperanza
que escupía hacia nosotros
todo lo que había arrancado de su lugar
mientras los sonidos de su boca
perturbaron la calma de los perros
que ladraron hasta que la creciente se los tragó.


Las cosas se hundían y volvían a salir a flote
la fuerza del agua nos hipnotizó
y la espera en los techos
se hizo cada vez más callada.
Uno de nosotros suspiró
se podían escuchar
el griterío de los pájaros
y las instrucciones de un hombre de familia.

Todos los días luchamos contra el horror.

El agua negra
dejó ver los ataúdes flotando y chocándose entre sí
el agua trepaba por la iglesia del cementerio.
Mi hermana lloró
imaginamos a papá rescatando electrodomésticos
y al primo Mario con la guitarra encima
yo miraba la lucecita roja de los porros.


La casa de Sabino y mamá
sabían lo corta que es la vida.
Después vimos una pantera acostada
sobre bolsas de arena.
Mamá se había sentado con las piernas colgando
y miraba fijo el borde
la creciente nos atornilló a los techos
igual que el aburrimiento.

Todos los días
luchamos contra el horror.


***


Nancy

Mi hermana Nancy llora
puedo escucharla desde mi habitación
cuando la tarde empieza a meterse en un lugar oscuro
y de las casas vecinas se dispara un fuerte olor a comida.
Nancy empieza a llorar
cree que nadie la escucha
pero nada se escapa al silencio de esta casa.
Vivimos en casa de mamá
que está afuera en lo de su amiga mirando tele
hablando sin parar
Vivimos con mamá
ella sale, dice que no se aguanta el encierro
y la vemos caminar por el pasillo
abrir la puerta de la calle, salir con alguien
mi hermana y yo nos miramos
no hablamos
Nancy es transparente como un ojo de buey
algo me atraviesa de su mirada
la toco por encima del hombro y la llevo a la cama de mamá
le muestro las sábanas
con ese charquito blanco en el medio
se pone seria
mi hermana Nancy todavía es virgen
apagamos la luz y salimos.
Tenemos hambre (un hambre paleolítico)
pensamos qué comer
decidimos hacer arroz.

Roberto Quiroga

Obrero



La fábrica no duerme
a pesar de la nieve
que corta la luna
a la altura del cerro.

El muchacho de manos cansadas
lucha contra el tiempo
que echó raíces en sus brazos
y se alimenta del sudor

afuera el metal cruje con la helada
y lloran las estrellas

cuando enciende un cigarrillo
adivina en el humo
ilusiones pequeñas
pero grandiosas
como un trozo de pan

Pronto buscará el neón
para amar las sombras
pagará por sexo
comprando de a poco
esos objetos inalcanzables.


***


Bardas

El viento del desierto
nos susurró al oído
y dibujó en la meseta
figuras de arena y canto rodado.

Cavando en lo mas profundo de sus entrañas
desenterramos valles escondidos,
estrellas vagabundas
ciudades perdidas
lagartijas enanas
la barda lastimaba el cielo
cuando el sol caía.

Luchamos con hordas de maleantes
corrimos entre puñales de madera
y todo tipo de alimañas venenosas.

Volvimos a casa con la cara sucia,
pero el alma llena de sol
y el día no hubiera tenido más importancia que otros
si no hubiera descubierto en mi hermano a un amigo.


***

Agua

Navegamos en el desierto
los postes de luz
mas allá los arbustos resecos
una barrera invisible
ni un sólo árbol

El vehículo necesitaba agua
nosotros también
con toallas tapamos las ventanas
pero eran doscientos kilómetros
doscientos kilómetros sin un poblado.

Cuando levantó la temperatura
descansamos al costado de la ruta
en un bosque artificial
la sombra acogedora
los ruidosos pájaros de colores
nos distraían de la sed
pero había sed.

Llegamos a un oasis
de extraños perdidos en medio de la nada
y bebimos
como si hubiéramos llegado a pie
nuestro lugar es cerca del agua
que nos bañe, nos nutra, nos transforme
que alimente el alma
y al cuerpo no lo deje morir.

***


A mi padre


I

Dieciséis años
tenías la mirada del niño que abrazó la calle
pateabas algún sueño escondido

pero cuando mataron a tu perro
cambiaste pelota por fusil
potrero por cuartel
en el casco vegetal de Tucumán
un FAL disparó al destello
y los proyectiles de fósforo
incineraron la selva

que imágenes guardará
el borde abismal de tu retina


II

A veces
en días muy claros
me llevabas en tus hombros
me dejabas
a un costado de la cancha
los gritos
los golpes
el penetrante olor del ratisalil
la tarde que se descubría
polvorienta y oscura.


III


Los pasillos del ejército
son un lugar muy vacío
donde las botas resuenan
y yo busco esa palabra
que pueda llenar tanto silencio.