miércoles, 18 de mayo de 2011

Juan Ignacio Domínguez

“Tres (intentos de) haikus, tres”



Con o sin ella
los pétalos caídos duelen.
Él los recoge.


***

Desnudas yacen
flores de otoño.
Así se aman.


***

Vírgen María
sacerdotes depravados.
Ex -vírgen.


***


Bye bye

Se termina el show
se termina la cerveza
Sólo queda emprender el regreso
“Juntos”, pienso yo,
después de la noche compartida.
Pero te vas en auto
y yo caminando
¿Podés creer que,
encima,
se larga a llover?


***
Desvío


De vuelta
a nuestra rutina
(me encanta)
percibo al hombre
estilizado y fornido
–me horrorizo–
ese hombre lee
lee Mein Kampf


***


Tiempo

Hay una hora en que el día comienza a adoquinarse
Mientras el queso de la pizza uguis escapa de mi boca
junto con tu nombre, y mi pene se alegra al recordarte.
Hay una hora en que las cucarachas danzan con los oréganos,
y los noticieros reviven pétalos muertos de una margarita
que un enamorado deshojó.
En esa hora, niños verdes juegan a las escondidas con sus almas,
y la piedra deja de ser piedra para ser libre.
Los pájaros piensan que la música es mejor que la palabra,
(a excepción del mirlo, o pájaro negro)
Entonces suenan las campanas,
escritas hace tiempo,
en una ciudad sorda.
Hay una hora en que el inconsciente, el yo, el ello y el superyó
juegan al truco.
Remate de todo lo perdido en el fondo del océano negro,
donde lavan sus lágrimas el verdugo y el condenado.
Hay una hora en que la (ir)realidad
y:
–Má, ¿qué hora es?
–Es tarde, m’ijito. Váyase a la cama.

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